“Sigo viniendo porque amo a México y amo a la gente de mi país, a pesar de que me tratan tan mal los periodistas”.

Salma Hayek

(Esta historia, aunque no lo parezca, es real, ocurrida en febrero de 2006 en el Hotel Four Seasons de la Ciudad de México…)

Salma Hayek. Sí, la menudita y voluptuosa jarocha que abandonó el mundo de las telenovelas en México para buscar fama y fortuna en Hollywood y quien, desde entonces, se ha convertido en una de las representaciones más claras de que nadie es profeta en su tierra. Si bien no queda duda de su belleza, se le ha criticado hasta el cansancio, acusándola de mil cosas que no voy a mencionar aquí y hasta de ser poco inteligente. Yo, lo admito, en ese entonces tenía algunos prejuicios hacia ella.

En febrero de 2006, y ya con una larga historia de confrontaciones con la prensa mexicana cada que venía al país, la distribuidora 20th Century Fox decidió traerla para promocionar su reciente película de ese entonces, Bandidas, producida por Luc Besson. Y no venía sola, sino con su mejor amiga quien, por si fuera poco, también era considerada un bombón: Penélope Cruz.

En ese entonces, un servidor tenía menos de un año como Editor de Cine de Circo, la ahora desaparecida sección de espectáculos del Diario Deportivo Récord, pero la experiencia, el trabajo y los contactos lograron que se nos tomara en cuenta para poder entrevistarlas durante el junket de la película, que se llevó a cabo en el Hotel Four Seasons.

Con la encomienda, como era la tendencia de ese entonces, de sacarles una nota que pudiera servir para la portada, y sabiendo que en particular Salma tenía fama de no llevarse bien con la prensa nacional, acudí a la cita pensando que mi encuentro con ambas sería corto, quizá con las preguntas comunes (“¿Cómo fue tu experiencia en el filme?”, “¿Cómo fue la química entre ambas?” y cosas parecidas) y posiblemente encontrándolas en una actitud defensiva.

Mientras esperaba mi turno, veía como los colegas de la prensa que entraban al cuarto donde estaban dando las entrevistas salían a los pocos minutos, 10 a lo mucho por cada uno, y con la actitud de no haber obtenido lo que buscaban. El entorno de ambas actrices era exactamente el que se podía esperar con dos figuras tan mediáticas como ellas: agentes, publirrelacionistas, directivos y una gran cantidad de personas que suelen entorpecer la labor periodística. Así que mientras más pasaba el tiempo, el ambiente se hacía más pesado. De hecho, pensé por un momento que ya no alcanzaría a platicar con ellas o que, en el mejor de los casos, tendría menos de 10 minutos para entrevistarlas.

Pero mi consigna era conseguir declaraciones de Salma, en particular, que tuvieran que ver con la clase de periodismo sensacionalista que tanto le molestaba y que era el que provocaba, de tiro por viaje, sus enfrentamientos con la prensa azteca, que no se cansaba de preguntarle siempre lo mismo, desde con quién andaba, con quién se acostaba y otras “linduras” por el estilo.

La experiencia acumulada para entonces de haber realizado decenas de entrevistas con otras celebridades, me llevó a aplicar dos principios básicos que, hasta la fecha, me siguen funcionando a la perfección: 1) Trata a los entrevistados con respeto, pero bájalos del pedestal. Es decir, trátalos como personas normales, pero también demuéstrales que sabes a quién tienes enfrente y que valoras su trabajo, y 2) Deja las preguntas difíciles e incómodas para el final. Si te cortan la entrevista o no quieren contestarte eso, al menos ya llevas material utilizable.

salma-hayek-y-penelope-cruz-en-bandidasY así llegó el momento. Una vez dentro de un gran cuarto acondicionado para la entrevista, me reuní con ambas, quienes estaban lo más informal posible, prácticamente a cara lavada, pero aún así se veían radiantes. El anterior reportero que había estado con ellas salió con cara de pocos amigos, por lo que pensé que me iba a encontrar a dos chicas en el más pedante de los planes o muy a la defensiva. Pero lo que ocurrió en los siguientes minutos ha sido una de las experiencias más gratas que he tenido en una ya larga carrera en el periodismo.

De entrada nos quedamos, extrañamente, solos. Así que puedo presumir que estuve en un cuarto de hotel de lujo encerrado con Salma Hayek y Penélope Cruz. El inicio de la entrevista fue normal, con las preguntas de rigor y guardando la “pregunta incómoda” para el final. Pero durante la entrevista, no sé si por el respeto que les mostré, o porque veían mi genuino interés en su trabajo, o porque no tenían a la publicista encima de ellas y jodiendo todo el tiempo, pero ambas fueron cambiando su actitud. Me ponían atención, no divagaban o echaban desmadre entre ellas y parecían interesadas en lo que les preguntaba.

Midiendo el tiempo, saqué un as bajo la manga: les entregué, a cada una, algunos ejemplares del periódico en el que venían amplios reportajes sobre ellas, sus filmes y sus recientes actividades. Los tomaron y los vieron con gran atención. En ese momento entró la publicista o alguien de la distribuidora, no recuerdo, para terminar la entrevista, pero Salma se volteó y dijo: “No, espera, dale unos minutos más”, a lo que Penélope asintió. En ese momento, les pregunté -no recuerdo las palabras exactas ni cómo, pero sé que no fue de una manera agresiva, amarillista o sensacionalista- qué era lo que opinaban acerca de que la prensa (en general, no sólo la mexicana) se interesara más por aspectos privados de las celebridades que por su trabajo.

bandidas3El rostro de ambas se iluminó. No sé si fue porque nadie se había atrevido a preguntarles eso, o si lo hice de una manera que no esperaban, pero enfocaron toda su atención en mi pregunta, y recuerdo perfecto que Salma me dijo: “Qué bueno que nos preguntas eso, pues quiero -queremos- aclarar varias cosas”. Y así me dieron sus razones del por qué de su comportamiento a veces con los paparazzi o con la prensa amarillista, hablaron de los esfuerzos que han tenido que superar por ser mujeres y latinas, de las perspectivas que tenían de sus respectivas carreras en ese entonces y un larguísimo etcétera.

Lo mejor de todo no fue cuando Cruz me dijo: “Ponte cómodo, que vamos para largo”, sino que lo cumplieron: cuando entró nuevamente la persona a dar por terminada la entrevista, Salma estaba en medio de una interesante respuesta, se detuvo, y me dijo: “Permíteme”. Acto seguido, un tanto molesta, exclamó: “¡Esta entrevista no se va a terminar hasta que yo diga!”. Y así, lo que originalmente pensé que iban a ser menos de 10 minutos, se convirtió casi en una hora de estar platicando con dos de las mujeres latinas más bellas, exitosas y deseadas del mundo.

Por supuesto, al salir no pude evitar sentir la mirada de desprecio de los colegas que todavía estaban turno para pasar con ellas, así como de parte del entourage de ambas. Se podía leer en su rostro y sus actitudes que se estaban preguntando: ‘¿Y este wey quién es?’. Y es que nadie había conseguido lo que yo.

De hecho, al final Salma me dijo que contactara a su representante para futuras entrevistas y ambas me agradecieron, humildemente, la entrevista y el interés que mostré por ellas y su trabajo. Pero lo mejor no fue eso, ni siquiera el orgullo del deber cumplido, la estupenda entrevista que conseguí o el haber cambiado por completo mi opinión y prejuicios acerca de Hayek, sino que fue el inicio de una incipiente “amistad profesional” con ella que me llevó a entrevistarla en otras ocasiones y quien, incluso, meses después me llegó a ofrecer el integrarme a uno de sus futuros proyectos…

Pero esa es otra historia…